“La
moral es una cualidad matemática: es la exactitud
aplicada a la valoración ética de las acciones”.
José Ortega y Gasset (1883-1955)
En torno al tema de la corrupción en la Administración
Pública se teje toda una telaraña jurídica con el fin de combatir tan terrible
mal pero, en ocasiones, bajo el amparo de sofisticadas leyes se realizan actos
“lícitos” cuestionables desde el ángulo de la ética, pero nunca penalmente
perseguibles.
La corrupción consiste en aceptar promesas o recibir regalos
para inhibirse de cumplir un deber atinente a la función pública, de allí que
la palabra corromper se refiere a la ruptura concertada de la norma legal entre
quien pide su ruptura, el corruptor y quien la rompe, el corrupto. ¿Pero qué
ocurre cuando la ley permite un acto deshonesto? Pues judicialmente nada.