Artículos de Isidro Toro Pampols .·.

miércoles, 8 de marzo de 2023

El caballo negro en política


Un triunfo electoral no es predecible a plenitud. Puede ser que una tendencia se muestre ganadora dieciocho meses antes y pierda. En política todo lo que hoy parece vigente mañana puede cambiar. Por eso el triunfalismo es el principal adversario de los candidatos que se muestran abundantes de apoyos y es la oportunidad para que un “caballo negro” se suelte al galope y resulte vencedor.

Un “caballo negro” es el candidato que inicia con poca posibilidad de éxito, incluso con un partido que lo postula con relativa presencia en la sociedad, pero hay situaciones que enrarecen a una candidatura virtualmente ganadora, por lo que los electores pueden ir cambiando su apoyo hacia el "caballo negro" y hacerlo triunfar.

Las circunstancias que favorecen a estos candidatos son diversas. Veamos algunos ejemplos en la política norteamericana. Harry Truman era un senador proverbialmente grisáceo que se desempeñó por 84 días como trigésimo cuarto vicepresidente durante el breve cuarto mandato de Franklin Roosevelt, entre enero y abril de 1945; tras completar el mandato del presidente Roosevelt, ganó las elecciones de 1948. Lyndon Johnson era impensable que ganara unas elecciones antes del magnicidio de Kennedy en Dallas. Todo apuntaba que Richard Nixon no podría vencer a Robert Kennedy en 1968. William “Bill” Clinton no se veía triunfador frente a la reelección de Bush padre en 1993. En el 2000, Bush hijo lucía inferior a un Al Gore que gozaba del apoyo de Clinton y de una clara posición a favor del medio ambiente. Barack Obama era una apuesta riesgosa en el 2008 frente al tema racial. Donald Trump era impensable en el 2016 y Joe Biden no figuraba en el 2017.

El término fue tomado de la novela de Benjamín Disraeli "The Young Duke" (1931) que menciona a un "caballo negro" que nunca era considerado entre los favoritos y que, en su oportunidad, obtuvo un triunfo “de película”.

Quizás un ejemplo por demás resaltante es el triunfo de Woodrow Wilson en las elecciones de 1912 en los Estados Unidos. Theodore Roosevelt, descontento con la política que adelantaba su pupilo William Howar Taff durante su mandato entre 1909 y 1913, decidió presentarse como precandidato en la Convención de su Partido Republicano que venía de una larga travesía de triunfos desde 1869 hasta 1913, siendo todos los presidentes de Estados Unidos del Partido Republicano, con la sola excepción del demócrata Grover Cleveland que gobernó de 1885 a 1889 y de 1893 a 1897. Theodore Roosevelt perdió la Convención Republicana denunciando fraude y decidió fraccionar al republicanismo fundando el Partido Progresista que, aunque logra obtener más votos que los republicanos, la división le dio paso al demócrata Wilson.

En América Latina se vienen presentando casos de fenómenos electorales que dejan atrás a los partidos tradicionales. Muchos podrían considerarse “caballos negros” porque uno o dos años antes de las elecciones no se vislumbraban como triunfadores. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el viejo refrán español. La ceguera de los partidos envalentonados y de candidatos envanecidos por encuestas de medio tiempo, con discursos grandilocuentes que son retrasmitidos por los medios, alabado por los “bots” que inciden en las redes sociales, desdeñan a candidatos que han perdido elecciones sin pensar en el cambio de las circunstancias que, con el paso del tiempo, los colocan en posición ganadoras.  

En cualquier país latinoamericano, a más de un año de las votaciones, es difícil predecir quién ganará los próximos comicios, pero lo que sí es lógico es que un candidato con calidad y un partido bien formado, es una real opción de triunfo a pesar de haber perdido las anteriores elecciones.

 

 

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