Artículos de Isidro Toro Pampols .·.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

La pasión y la razón compiten en el alma humana

 

En la actividad diaria las personas rara vez se preguntan si sus acciones las guían la pasión o la razón. Y aún son menos los que se interrogan: ¿Cuál es su pasión más constructiva?, ¿qué beneficio le aporta esa pasión a usted y a la sociedad?; ¿Cuál es su pasión más destructiva?, ¿qué perjuicio le causa a usted y a la sociedad?

El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) identifica la razón con equidad, justicia, rectitud. La palabra razón deriva del griego ratio, que significa equilibrio. La razón es necesaria para vencer las pasiones y someter la voluntad que nos desvía del camino en el cual purificamos nuestras costumbres.

Oswald Wirth señala en el Libro del Compañero: “La razón terminará, en efecto, por reinar, pero esto no será sin luchar. Un ser no llega de golpe a razonar. Se instruirá a sus propias expensas, pagando muy caro una experiencia que no puede adquirir sino por sí mismo”.  

Veamos con ejemplos posibles, reales, lo enunciado en los párrafos anteriores.   

¿Qué es la razón? El DRAE reconoce más de diez acepciones de esta palabra, entre ellas, la facultad para pensar, reflexionar e inferir, el argumento que se expone en respaldo hacia una determinada cosa, el motivo o causa. Relacionadas hay varias: razón práctica, razón pura, razón suficiente, razonable, razonamiento, raciocinio, racional, racionalidad y hay una tendencia filosófica reconocida como racionalismo y otra del filósofo librepensador español el masón José Ortega y Gasset, el raciovitalismo, que reconoce las raíces irracionales en el valor de la razón. 

Para la filosofía, posiblemente, la mejor descripción del término razón se encuentra en el mito platónico del carro tirado por dos caballos alados: uno dócil, la parte irascible, es el responsable de los buenos sentimientos y otro, desobediente, que representa las pasiones y los instintos. El cochero es la razón que debe mantener el equilibrio entre ambos corceles. Se pone de bulto la tríada dialéctica, explicación trabajada, entre otros, por la filosofía de Hegel como síntesis de los contrarios. Se da en tres momentos: tesis, la posición de un concepto; antítesis, la supresión de este concepto y en el paso al opuesto; y la síntesis de las dos determinaciones precedentes, que a su vez se transforma en tesis. 

Trabajar académicamente el concepto de razón nos llevaría escribir muchos trazados y no es el sentido de este trabajo. Veamos algo más práctico.

Dos personas caminan por una misma acera, pero no se ven por el edificio que hace esquina. Ambas chocan al llegar a la precitada esquina. Críspulo grito: -¡Imbécil!; el otro le contestó a modo de saludo: - Pedro Pérez.

En este típico ejemplo observamos una de las leyes de la existencia: la pasión y la razón compiten en el alma humana. En la pasión se concentran todas las emociones y deseos que experimentamos, especialmente nuestros apetitos y aversiones. Por ello, para el Buda, la lucha humana más fundamental no es la búsqueda de alimentos o una morada, sino el intento de gobernar nuestras pasiones, nuestros deseos y anhelos más íntimos. Para el sabio chino Laozi es la razón y no la pasión, la que da lugar a la virtud; es la pasión y no la razón, la que da lugar al vicio: “quien conquista a los demás – dice Laozi- es poderoso; quien se conquista a sí mismo, es sabio”.

Durante muchos siglos la humanidad ha sido bombardeada con la idea del pecado original. Algo como si fuésemos robots computarizados en cuyo programa se establece que nacemos viciados. Cierto es que tenemos apetitos regulares de sed, hambre, afecto social, morada, sexo, entre otros. Maslow desarrolla una pirámide motivacional que indica que es muy difícil alcanzar elevación cognoscitiva con hambre, sin calor social, entre otras carencias. Pero la historia de la humanidad está llena de ejemplos en personas capaces de transformar sus energías pasionales en arte, en misticismo, y en otras expresiones. Muchos ejemplos ponen de bulto que el objetivo no es eliminar pasiones, sino utilizar la razón para canalizarlas hacia formas beneficiosas, en vez de perjudiciales.

La intrepidez es una pasión, una virtud en la antigua Grecia, en un bombero es constructiva, guiada por una buena razón. En un terrorista suicida, aunque su bandera sea loable, al asesinar inocentes, constituye una pasión perjudicial, guiada por una razón equivocada. 

La razón es positiva siempre que nos oriente en la senda de purificar nuestras costumbres y hacernos útiles a la sociedad. Lo contrario es nefasto. Podemos exhibir como ejemplo, el genocidio nazi contra judíos, gitanos, y otros grupos sociales; sustentados en una imagen fanática de la raza superior, cuyo soporte teórico se asentó tanto en ideas propias, así como la manipulación de trabajos de distinguidos intelectuales, entre otros, Nietzsche y su teoría del “superhombre”.

Una humanidad sin emociones no sería una humanidad. Caeríamos en el ejemplo de los robots programados. En el suceso de los peatones, la pasión domina a Críspulo; en primera instancia Pedro Pérez pudo haber sido dominado, pero demuestra que la razón puede conquistar a la pasión.

En nuestra sociedad la vida personal, civil, social, deportiva, cultural, religiosa, está gobernada por principios y éstos han sido adoptados por la razón, mediante un proceso de reflexión, interpretación y experimentación. Difícilmente alguien no los reconozca y exija su aplicación como parte de sus derechos. A pesar de ello, observamos como muchas personas, en la cotidianidad, actúan al margen de esos principios, dominados por las pasiones, a la hora de cumplir con sus deberes.   

Una de las doctrinas bastante generalizada en la sociedad y muy perniciosa, es la victimología. Son una suerte de sacrificados que sufren de toda clase de males e incomprensiones. Si los ven, es que se burlan de ellos, todos los agreden, ignoran o, en el mejor caso, no tienen suerte, nadie les ayuda. Son personas que, por su baja autoestima, o por un teatro manejado a favor de su vagancia, se hacen un tremendo mal al desechar, a priori, la belleza de la vida y la oportunidad de crecer como ser humano, más allá de cualquier consideración material.

Antes de alcanzar las conclusiones, vamos brevemente a diferenciar los términos malestar de trastorno. El primero es de origen externo a la persona y a través de los sentidos podemos causarnos malestar al atraer la atención de nuestra mente hacia un estímulo perturbador. En el ejemplo de Pedro Pérez, ante la increpación de “imbécil”, lo pudo haber asumido como un malestar y escalado la conducta negativa; pero no, lo desechó y bajó los decibeles con una reacción amable y graciosa, no de burla. El trastorno ya es un síntoma de enfermedad: dolor de cabeza, muela, huesos, u otros. Un malestar mal manejado puede llevar al trastorno, especialmente mental.

Conclusiones

Las calles están llenas de infiernos andantes, personas consumidas por el odio, resentimiento, con ansiedad por hambre de afecto, amor; también con instintos exacerbados. Podemos decir que es la tesis. Al enfrentarnos a ella, sin generalizar, porque de todo hay en la viña del Señor, tendemos a confrontar con gente con muchas agendas ocultas. La antítesis es lo que nosotros llevamos, lo aprendido en nuestro taller filosófico: oír y comprender para ir por la senda de la sabiduría; tener el tacto y el juicio para formarse una idea justa de las cosas y así tener la guía más apropiada para nuestras acciones; además de tener la vista y la imaginación para tener la capacidad de ver y apreciar la belleza de la naturaleza, la sociedad y el mundo, haciendo fecunda nuestra propia inteligencia.  Y confrontando la tesis y la antítesis, llego a una síntesis, que se resume en enseñanza. ¿Qué trato de aprender? Pues la fuerza de la palabra dada; el arte de escuchar; el orden interior que emana del orden exterior; el valor del dialogo y del silencio; el valor del discernimiento; la paciencia para el trabajo y la relación con el prójimo; la maestría en mí mismo en la palabra y en la conducta; la beneficencia con el necesitado; la templanza en las manifestaciones y los juicios.

Cuando enfrentamos una situación desagradable, por ejemplo, ser tratado injustamente u objeto de burla, genera marcas negativas en la memoria. Un suceso triste, usualmente, genera tristeza al recordarlo. Pero lo podemos revertir. La palabra majestad tiene varias acepciones en el DRAE, pero tienen en común el significado de grandeza. De allí que una gran música, una de las siete artes liberales, puede reproducir, por igual, la más profunda experiencia de alegría y tristeza, lo que nos permite inferir que, sobre todas las emociones, sean estas de gozo o congoja, existe una: la majestuosidad, y está en nosotros decidir ver la vida como algo majestuoso.  

Se necesita mucha sabiduría para aceptar la medida justa de nuestra responsabilidad por las acciones y acontecimientos que afrontamos en la vida. Por ello, debemos regularmente cuestionarnos: ¿Cuál es mi pasión más constructiva?, ¿qué beneficio me aporta a mí y a la sociedad, esa pasión?; ¿Cuál es mi pasión más destructiva?, ¿qué perjuicio me causa a mí y a la sociedad?

Tal como dice Wirth: “Un ser no llega de golpe a razonar”.  Este análisis lo debemos hacer teniendo presente la razón y la tríada dialéctica, aprendida su aplicación en función de la armonía personal y social.

Isidro Toro Pampols.·.

Bibliografia

Marinoff, Lou. Pregùntale a Platòn. Ediciones B. 2003

Wirth, Oswald EL LIBRO DEL COMPAÑERO BIBLIOTECA UPASIKA ww.upasika.com

 

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