En un artículo publicado en la revista Harvard Business Review, el científico Vivek Murthy dijo que “vivimos (en los EE UU) en la era más conectada de la historia de la civilización, y aun así, los índices de soledad se han doblado desde 1980. Hoy, más del 40% de los adultos dicen sentirse solos, y los estudios sugieren que el número real podría ser incluso más alto”.
Esta soledad está asociada con condiciones psicológicas como la depresión, ansiedad, insomnio, miedo y percepción de inseguridad. No son pocos los estudios que hablan del impacto en enfermedades como la hipertensión, fallas cardiacas y menor resistencia inmunológica.
Ya se registran estadísticas que permiten inferir que la muerte le llega antes a los solitarios.
Los países desarrollados ya han emprendido programas para atender esta tendencia que amenaza a ser una enfermedad social. En Japón le llaman kozoku, que traduce algo así como “grupo solitario”, para designar al creciente número de personas que viven en estas condiciones. En esa nación asiática experimentan con cafeterías con peluches para no hacer sentir solos a los clientes. La tecnología viene acompañar a las personas con un abanico de alternativas que van desde los juegos hasta hasta citas con novios virtuales que aparecen en una aplicación móvil de realidad aumentada. Pero esto acrecienta igualmente la soledad. Es una especie de dialelo.
¿Hasta qué punto el sistema económico neoliberal contribuye a la soledad? Un estudio realizado en la Universidad Javeriana, Colombia, señala que esto es el fenómeno de una cultura que prioriza el individualismo. Hoy el modo de relacionarse cohíbe las manifestación de emociones y ello viene profundizando el sentimiento de soledad en países como Japón, la Gran Bretaña o los EE UU: “es un fenómeno propio de una sociedad neoliberal. La competencia hace que en las ciudades la gente no se conozca con el vecino; especialmente en las clases medias la gente trabaja todo el día y llega a casa y ya no habla con el vecino”, opina el investigador Wilson López.
Otra lapidaria opinión la ofrece Paul Verhaeghe, autor de El amor en los tiempos de la soledad, en una columna publicada por el diario londinense The Guardian: “La solidaridad se vuelve un lujo muy caro y da paso a las alianzas temporales, con la preocupación principal de extraer más ganancias de la situación que tu contraparte. Los lazos sociales con los colegas se debilitan, así como el compromiso emocional con la empresa o la organización”.
Las personas cada día viven enfocadas en sus computadores, manteniendo frias relaciones, viven en apartamentos más pequeños y el contacto en el club social o el trabajo es discreto, cumplido y ya.
A lo interno las relaciones del personal es cada día más impersonal, dando cabida a una competencia más agresiva porque no existen lazos de cercanía entre la mayoría de los empleados.
Una relación duradera, con cónyuge e hijos implica compromisos, dedicación, costos y esfuerzos. Muchos plantean una relación fugaz donde no se ponga a prueba la tolerancia. Mis necesidades como la atención médica de emergencia o la de compañía, me las satisface una aplicación. El ser humano está cambiando y no sabemos hasta dónde llegará.
Económicamente el cooperativismo es una alternativa de socialización, ya que su sistema de asambleas y comités obliga al encuentro. Todo será así hasta que se impongan las reuniones virtuales. Los grupos fraternales como rotarios, masones u otros, pueden correr la misma suerte, ya que cada día se hace menos atractivo reunirse periódicamente para tratar temas sociales, filosóficos o de cultura. Para ello están los grupos en línea donde digo sin percibir la temperatura del salón, aunque inventarán un termómetro incorporado, pero nunca será igual.
Por de pronto muchos gobiernos comienzan a preocuparse por el tema. El Reino Unido anunció la creación de un Ministerio de la Soledad. Ojala no se quede en la soledad de la burocracia.
Isidro Toro Pampols.·.
7 marzo 2021
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