El Fondo Monetario Internacional nace con una misión histórica que en nada tiene que ver con la idea de desnaturalizar el sistema cooperativo en los distintos países donde actúa.
La Gran Depresión que sufrió el mundo occidental entre los años 1929 al 1939 se enfrentó, entre muchas medidas, con el establecimiento de algún tipo de disciplina monetaria internacional. En plena II Guerra Mundial se crea el Fondo Monetario Internacional (22 de julio de 1944) y, desde entonces, por su capacidad de adaptación a las circunstancias cambiantes ha sido, con el Banco Mundial, el centro institucionalizado del sistema monetario internacional. Ahora bien, su accionar ha pasado de apalancar el desarrollo apoyando usos como el Plan Marshall y generar políticas consensuadas orientadas a mantener un equilibrio financiero global, al de un inspector e interventor, especialmente en los países en vía de desarrollo, con el fin de imponer un capitalismo de corte neoliberal.
En septiembre del año 2009 una afirmación del FMI causó alarma en el sistema financiero paraguayo. Una misión del FMI declaró que los ahorros depositados en las cooperativas de ese país suramericano estaban en riesgo. El anuncio provocó sobresalto en un sector que mueve la mayoría de los pequeños depósitos y créditos, lo que sumado se transforma en alrededor del veinticinco por ciento de la actividad financiera del Paraguay.
Hoy (2019) el FMI pide se apruebe un marco regulatorio para las cooperativas dominicanas, principalmente las que operan en el mercado abierto, o sea, las de ahorro y crédito. Externan su inquietud por la débil capacidad de fiscalización que tienen las autoridades sobre las cooperativas.
De su lado, la preocupación del sector no es escurrir el bulto por las deficiencias, todo lo contrario, tienen años solicitando al Congreso Nacional que modernice la legislación para cumplir con rigor las necesidades en materia de supervisión que garantice cooperativas sanas, fuertes y competitivas. El punto es que tras las observaciones del FMI hay quien pretenda crear un marco regulatorio que desnaturalice al sector, se le considere empresas de intermediación financiera y se les coloque a la sombra del sistema bancario, lo que haría perder la condición de organización económica de participación colectiva y responsabilidad social, como actualmente se desempeñan la mayoría de las asociaciones cooperativas de la República Dominicana.
El sistema cooperativo dominicano ha demostrado una fortaleza que llama la atención y algunos se ocultan en declaraciones como las del FMI, para atacarlo y sacar provecho en función de intereses particulares.
Isidro Toro Pampols.·.
27/07/2019
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