Artículos de Isidro Toro Pampols .·.

viernes, 1 de octubre de 2021

La «banalidad del mal»: El resentimiento como motor y castigo


 

La filosofa alemana Hannah Arendt escribió el libro: Eichmann en Jerusalén. La banalidad del mal (1963), a raíz del juicio al que fue sometido el genocida nazi alemán Adolf Eichmann. El año 2013, Hollywood llevó el tema al cine y en cierta forma muchos, al colocar juntas las palabras “banalidad” y “mal”, pensaron que Arendt pretendía vender el mal como banal. Nada más lejos de la realidad.

EICHMANN EN JERUSALEN: UN ESTUDIO SOBRE LA BANALIDAD DEL MAL ...

Lo que expone en su libro es lo banal de un sujeto como Eichmann, quien es capaz de dirigir la ejecución de millones de personas en campos de exterminios nazis y considerarse inocente, encerrándose en su concha de burócrata que ejecuta órdenes superiores, sostenidas en un sistema legal sancionado por el aparato legislativo y judicial controlado por los fascistas, pero en absoluto legitimo, ya que van contra los prístinos principios del Derecho Natural y dentro de estos, los DD HH, sobre los cuales se debe construir cualquier edificio jurídico.

Nazis transportando prisioneros a los campos de la muerte

La historia está llena de estos casos. La Inquisición nos ofrece una vitrina en la cual encontramos muchos curas inquisidores quienes, en abierta blasfemia, afirmaban que ni bajando Cristo se salvarían de ser torturados los acusados o quemadas supuestas brujas.

En nuestros días hay demostraciones de la banalización del mal. Hay gobiernos que han dado muestras de delirio al ejecutar cruelmente a personas sólo por ser cristianos o sentenciarlos sin el debido proceso, basados en simples sospechas o el delito de ser opositores; todas violadoras de los DD HH, lo que constituye una expresión de la tiranía del fanatismo y la superstición.

Félicien Kabuga, una de las figuras más destacadas en el genocidio de Ruanda en 1994, fue detenido en mayo de este año en París por las autoridades francesas. Kabuga fue acusado por el Tribunal Penal Internacional de las Naciones Unidas para Ruanda en 1997 por siete cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad. Muchos violadores de los DD HH no podrán escaparse y quedarán como ejemplo que atormentaran a quienes vivirán huyendo de por vida aún detentando el poder, porque no tendrán certeza del momento de la traición de sus conmilitones o cuando la acción de la justicia se impondrá. Nada evita la pena que causa regar diariamente con odio y miedo el alma. La mente le tortura lentamente y aunque viven en medio de la opulencia, pero a lo interno el gusanillo del resentimiento y de la podredumbre le carcome.

Pero esto también se observan en actividades tan comunitarias como lo es una asamblea de una junta de condominio. En más de una ocasión terminan dañando el vehículo u otra propiedad de algún vecino, solamente porque no acompañan ciegamente las directrices de algún grupo dominante. Hay quienes siguen viviendo con saña las disputas nacionales de hace medio siglo o más, como si se tratarán de situaciones actuales. Otros aprovechan para drenar sus miserias personales en acontecimientos políticos o vivir como jeque con el “cuento” de la redención social.

Un libre pensador lucha contra los tiranos del fanatismo, la ignorancia y la ambición. Contra la calumnia, el egoísmo, la vanidad, la destemplanza. Se dedica a construir instituciones virtuosas integradas por hombres y mujeres íntegros, además cavar calabozos a los vicios y desviaciones. Pero cuidado, que de los calabozos se escapan los presos, tal como nos advierte Kant: “No hay virtud tan fuerte que pueda estar segura contra la tentación”. Por ello quienes creemos en la libertad, la igualdad y la fraternidad, debemos buscar en todo momento a nuestro guía interior y con su Luz, nuestra conducta estar signada por una prístina moral, ser piedra fundamental en la construcción individual y coadyuvar en la del edificio social, para que no se encuentren fisuras donde se puedan esconder la ignorancia, la oscuridad, los vicios y acunar malas conductas.

Cuanto de resentimiento por su miserable existencia drenó Eichmann en aquellos famélicos prisioneros quienes en su inmensa mayoría tenían un solo delito: ser parte de una familia estable, armónica y con un futuro halagador.

Las intervenciones de Eichman durante el juicio fueron banales, de alguien que no tiene memoria o conciencia de sus crímenes. El peor mal es la acción de las personas que no piensan, sus acciones son respuestas automáticas de su resentimiento, no ejercitan la conciencia, no tienen memoria.

Foto fuente externa

Isidro Toro Pampols.·.

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